domingo, 10 de junio de 2012

Cuando los resultados no son los esperados


Siempre que se comienza una nueva empresa una ilusión nos invade. Cuando se ha vencido el miedo inicial y se tomó la decisión de comenzar, el optimismo toma un lugar principal en nuestra mente.

Cuando es una decisión pensada por mucho tiempo, seguramente va acompañada de las consultas a gente que sabe, los consejos de nuestros mayores, las corridas financieras, el análisis del mercado, el plan de negocios, etc. pero aún con todas estas herramientas que nos llevan a disminuir el riesgo no siempre los resultados son los planeábamos.

Dependiendo de nuestra personalidad lo más probable es que surjan dos actitudes, en el fondo parecidas por su origen pero contradictorias en su manifestación: la minimización de la situación y sacando el optimismo de que las cosas mejorarán en breve tiempo o por lo contrario la desesperación por la falta de resultados y pensar en “abortar la misión”.

Ambas situaciones pueden ser hijas del mismo mal: La ausencia de serenidad.

La serenidad, fue señalada en la época clásica como una virtud que orienta al hombre en el modo de gobernar la propia vida (Anuario Filosófico 2002(35) 655-674)

Las personas serenas logran pensar antes de decidir y las preocupaciones presentes, la infelicidad del pasado, ni la incertidumbre sobre el futuro impiden que disfruten de la vida y superen sus problemas.

La serenidad nos permite tener esa capacidad de dimensionar correctamente el tamaño del problema, y la prudencia nos llevará a sopesar de tal forma los hechos, entender la realidad para tomar la mejor decisión: continuar o no.

Es frecuente que los emprendedores nos enamoremos de tal forma de nuestra creación, de la materialización de “nuestra idea” que perdamos objetividad, y nos suceda lo que a los padres primerizos, vemos a nuestros hijos más listos, más guapos, más grandes, más… de lo que realmente son. Las nuevas empresas pueden ser así como nuestros hijos, que nos cueste reconocer cuando algo no va marchando bien.

Por esta razón, de las dos posibilidades que mencionábamos anteriormente, la de minimizar la situación es la que nos sucede con más frecuencia. ¿Qué hacer entonces cuando los resultados no se dan? Si además los emprendedores tenemos la tendencia de continuar adelante auto engañándonos sobre la gravedad de la situación por tomarnos muy a pecho la frase de “no nos echamos p´a tras ni p´a tomar vuelo”

En esas circunstancias, conviene consultar, pero la clave estará en saber ¿A quién preguntar? Si le preguntamos al contador o al analista lo más seguro es que vean todos los riesgos que implica seguir, nos transmitan sus miedos y su respuesta ya la sabemos: “lo mejor será abandonar la idea y minimizar nuestras pérdidas”; claro como no es su dinero, así es más fácil recomendar. La mejor opción será preguntarle a un viejo emprendedor, a esos que llevan varios éxitos y fracasos en la espalda, a esos que no se cuecen al primer hervor, seguramente nos ayudaran a tener un diagnóstico más certero.

Cuidado con perder la serenidad porque además, los nerviosismos y desconfianza se transmiten con facilidad. ¿Cuál será la reacción de nuestro equipo si perciben falta de confianza en nosotros mismos? No se trata de ocultar la situación ni tampoco de no hacerlos partícipes de las medidas necesarias para tener ajustes, pero tampoco es necesario alarmar, justamente cuando lo que necesitamos de nuestro equipo es la mente abierta y el compromiso de todos. Encontrar la persona correcta para preguntarle y hacerlo de manera adecuada para que entienda bien la situación y nos ayude a diagnosticar es la clave.

La serenidad nos permitirá ver la realidad con mayor objetividad dentro de toda la subjetividad natural, dimensionar correctamente la dificultad y sobre todo analizar las causas de estar en esa situación. En primer lugar darse cuenta si la problemática es de temas de negocio o de temas humanos. Si se trata de temas de negocio los más comunes son: o nos falta venta o no tenemos capacidad de cumplir la oferta. Si el tema es de cumplimiento las posibilidades son tres o personas o procesos o recursos. Si la evidencia es que se trata de un tema financiero entender si es de flujo o de margen. Si la problemática es margen regresamos al origen: o es de precio y por lo tanto comercial o bien de costo y por lo tanto de operaciones.

El síntoma siempre es la falta de dinero, pero es necesario entender bien si la problemática es de utilidades o de flujo; en el largo plazo ambos son necesarios, sin embargo las empresas pueden sobrevivir cierto tiempo sin utilidades, pero NO sin flujo. El flujo es como la sangre de la empresa, lo que le da vida, sin flujo no se puede nada. Normalmente la pobreza es algo que desespera y lleva a perder la paz.

El siguiente gráfico nos puede ayudar como una guía de análisis para encontrar el “problema madre” que es aquel que es la causa principal de la sintomatología.





La serenidad nos permitirá analizar los datos duros, encontrar en primer lugar la realidad del síntoma, si es un hecho aislado, si es una tendencia, si se trata de un problema de ingreso o de gasto, si es un tema con características comerciales o bien de cumplimiento de promesa y por lo tanto de falta de capacidad, ya sea provocada por personas, por los procesos o bien por la falta de capital de trabajo.

La empresa es como el cuerpo humano, un mismo síntoma puede obedecer a distintas causas, lo importante es conocer las causas para saber que medicina aplicar.

 Si diagnosticamos bien tenemos resuelta la mitad de la problemática. Ya que se determina con cierta precisión será más fácil determinar la medicina.

En estas circunstancias, tener gente cerca que nos ayude a diagnosticar siempre será deseable pero recuerda que la última palabra y la ejecución siempre será  tu responsabilidad.

Si mantienes la serenidad siempre sabrás que hacer cuando los resultados no son los que esperas o por lo menos te equivocarás menos.

Jorge Peralta

@japeraltag


@innovadisrup

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