sábado, 15 de noviembre de 2014

Optimismo, ¿Requisito para emprender?

Una de las características más apreciadas en una persona es el optimismo.

El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tiene la realidad a través de las personas y las circunstancias que la componen, confiando en nuestras capacidades y posibilidades y también tomando en cuenta la ayuda que podemos recibir de los demás.

El optimismo no es un ejercicio de negación de la realidad sino que se centra en la forma en la que la realidad se enfrenta; el optimismo tampoco es consecuencia del éxito, sino uno de sus ingredientes fundamentales. No conviene tampoco pensar que el éxito es consecuencia del optimismo porque la vida nos ha hecho ver en más de una ocasión que por mucho esfuerzo y buen ánimo que pongamos en la actividad los resultados no siempre son los que esperábamos.

La actividad del emprendedor requiere esa dosis de optimismo que le permita enfrentar los altibajos de una organización y los cambios constantes del entorno. El emprendedor no es un ingenuo que mira con unos lentes especiales la dificultad sino que observa con detenimiento sus posibilidades antes de tomar una decisión, pero también la toma sin tardar más de la cuenta; es una especie de reflexión-decisión conectada con la acción.

Luego entonces el optimismo no es un resultado de los buenos vientos sino el resultado de una actitud interior que nos lleva a la seguridad de que haremos lo posible por esforzarnos en aquellos elementos que están bajo nuestro control y dejaremos de angustiarnos por aquellos que no lo están.

Luego entonces la pregunta sería ¿Las personas emprenden por ser optimistas o se es optimista por emprender? Siempre que pienso en ello creo que ambas posiciones tienen razón, difícilmente se puede emprender sin cierta dosis de optimismo pero la madurez que de el emprender te va capacitando a ser optimista.

Tal vez el momento más importante para cuestionarse el optimismo es justo cuando los resultados no son los esperados, las dificultades nos sobrepasan y se nos mete en la mente la necesidad de reflexionar sobre si vale la pena seguir este camino, más cuando se te presentan caminos, en apariencia menos complicados. Lo más difícil en ese momento es hacerse las preguntas correctas, reflexionar en las razones que han llevado a emprender y analizar si se trata de un sueño o solamente de un instrumento para ganar dinero, prestigio y otros frutos.

Es importante saber lo que te gusta y lo que no te gusta, lo que te gusta y no es indispensable y aquellas cosas que no te gustan tanto pero que es muy necesario hacerlas. Es importante el camino pero lo es mucho más tu propósito.

El optimismo es fruto de conocer tu propósito en la vida y dedicarte a ello, en ese camino será más fácil inspirar a otros a lograr sus metas, a cumplir su propósito también.

El optimismo de un emprendedor es un optimismo realista que te lleva a no autoengañarte y a reconocer todo lo que es necesario cambiar. Lo ideal será ponerse en la disposición de entrar en un proceso de reinventarse, en la encrucijada de avanzar hacia el futuro a pesar de su incertidumbre, con esa disposición de desechar viejos hábitos que no funcionan.

No es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien sabe encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su voluntad y empeño, preparándose para la siguiente batalla.

Una de las características más necesarias en un emprendedor es esa capacidad para reponerse al fracaso y retomar fuerzas para recomenzar. Por esta razón los emprendedores transforman la realidad y hacen de este mundo un mundo mejor con más oportunidades para todos.

Tal vez la mayor ventaja que tiene un optimista es que tiene más posibilidades de ser feliz y hacer felices a los que tiene cerca.

¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag


@innovadisrup

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