sábado, 14 de febrero de 2015

¿Qué vas a ser cuando seas grande?

Seguramente han pasado muchos años desde que te hacías o te hacían esta pregunta. No obstante estoy seguro que recuerdas tus respuestas: futbolista, bombero, astronauta, presidente, policía. Tal vez te pasaba como uno de mis hijos que ante esta pregunta decía: “quiero ser inflador de llantas”; seguramente ese día vio la habilidad con la que un profesional de las llantas realizó la maniobra para cambiar rápidamente y con perfección un neumático del automóvil.

Todos tenemos sueños que cumplir, pero parece que con el tiempo, nos vamos llenando de miedo, nos vamos volviendo objetivos y comenzamos a tomar decisiones más racionales o lo que es peor, dejamos que otros tomen esas decisiones por nosotros. Nos hacemos mayores y nos vamos volviendo prisioneros de nuestras propias decisiones y de nuestros miedos, y sencillamente dejamos de soñar.

Durante esos años de juventud nos dejamos influenciar por aquellas personas que admiramos y que con capaces de generar en nosotros esa admiración, esos que van moldeando nuestra forma de pensar y que van sacando lo mejor de nosotros mismos. De esta forma muchas de las vocaciones nacen en nuestras propias familias; cuantas personas siguen la misma vocación profesional del padre porque lo ven feliz, porque ven la forma en la que disfruta su ocupación, en la que no sólo le sirve para ganarse la vida sino que va formando parte importante de la persona misma.

¿Qué pasa después? ¿Por qué muchas personas pierden el gusto por lo que hacen? ¿Por qué la actividad profesional se convierte sólo en un medio para obtener recursos económicos?

Recuerdo una película mexicana de nombre “Rescatando al soldado Pérez” en la que se hacía una parodia del rescate de un soldado peleando por la causa de los Estados Unidos en Afganistán que es rescatado por un comando encabezado por su hermano, un narcotraficante poderoso. En esa película te das cuenta que el narco se convirtió en narco porque “eran los más ricos, y los que mejor nivel de vida tenían en el pueblo”.

Si no fuera una comedia sería una película trágica, ¿Cuántos mexicanos no quieren ser políticos porque es una forma más fácil de avanzar económicamente? ¿Por qué algunos jóvenes ingresan a las filas de la delincuencia organizada? ¿No será porque son sus modelos a seguir para tener vidas “desahogadas económicamente” y ven que la gente de trabajo no avanza igual de rápido?

Debemos cambiar algo en nuestra sociedad para que muchos jóvenes aspiren a construir sus vidas en ocupaciones nobles que impliquen sacrificios pero que aspiren a formar un país mejor: médicos, empresarios, profesionales de cualquier ámbito de la economía y del conocimiento, pero deseosos de construir sus sueños. Siguiendo los sueños también se pueden lograr ocupaciones profesionales rentables, aún cuando parezca que son caminos con mucho riesgo.

Me dan mucha pena esas personas que en las redes sociales se quejan de su trabajo, de sus jefes, cuando parece que el momento que más disfrutan son las vacaciones, que se ponen felices los viernes y tristes los lunes, como si su trabajo fuera un verdadero martirio. Pareciera que nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad de infelices en la que las personas no quieren seguir sus sueños sino que sólo hacen las cosas por la motivación económica.

Debemos darnos cuenta que nunca es tarde, que siempre podemos reinventarnos, y que si hemos tomado decisiones distintas a nuestros sueños de niños estamos ante la encrucijada de movernos y buscar nuevamente alguno de nuestros sueños o convertir en sueño el camino que hemos tomado. Se trata de una decisión personal de ser felices con lo que hacemos, de decidir personalmente ser felices y de poner manos al a obra para conseguirlo.

Ahora que nos hemos convertido en adultos, nuestros hijos aprenden de nosotros comportamientos en relación con el dinero, con el trabajo, con la generosidad, con la forma en la que tratamos a los demás, etc. y somos esa primera fuente de inspiración para ellos. Aunque no te des cuenta, influimos de forma determinante para formar ese primer “prisma” desde donde ellos harán su interpretación del mundo, y seremos ese primer impulso para sus sueños. Déjalos que cumplan sus sueños y tengan sus propios errores, al igual que tú, ellos irán creciendo y aprendiendo de ellos, con tu ayuda, pero lo tienen que hacer por ellos mismos.

Llegará el momento en el que tendrán que decidir profesión y tendrás una nueva oportunidad para dejarlos seguir sus sueños o para “presionarlos” para ir por un camino más seguro. Es frecuente escuchar que si un niño tiene vocación de músico, de bailarín, de pintor, de artista, de futbolista o de cura sus papás traten de “aconsejarlo” para que sea prudente, “porque hay profesiones en las que se puede morir de hambre”.

Antes de convertirte en un mal ejemplo, reflexiona sobre aquellos sueños que tenías cuando niño, piensa en si esas ilusiones han cambiado o si hoy tienes otras cosas que te mueven, que te motivan. Si has perdido la ilusión, recuerda ese “algo “ que te movía cuando eras niño y actúa en consecuencia.

Tu eres la suma de tus decisiones y de tus omisiones, si no te gusta lo que haces o estas frustrado por tu actividad profesional, ¡deja de quejarte!, toma nuevamente el control de lo que quieres hacer de ti, ningún éxito se compara con hacer lo que verdaderamente te hace feliz. Cuando estés un poco perdido, recuerda dónde tienes tus ilusiones, dónde tus capacidades, dónde tus pasiones y estoy seguro que podrás retomar el rumbo. 

Los cambios tienen riesgo, son peligrosos, pero la rutina y el desánimo lo son más. ¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag


@innovadisrup

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