domingo, 7 de enero de 2018

Arriesgados, insolentes, subversivos

Arriesgado: Audaz, atrevido, osado, intrépido, valiente, arrojado, decidido.
Insolente: Persona que habla con atrevimiento, falta de respeto o moderación.
Subversivo: Quien busca alterar el orden.

¿Qué tienen en común estos tres conceptos y por qué he decidido escribirte sobre ellos el día de hoy?

Me ha motivado estas líneas un chat en el que comparto ideas con algunos de mis compañeros de una de mis épocas de estudiante de tiempo completo; la mayor parte de ellos cincuentones y los que me une la amistad de muchos años. Ya tenemos más de 20 años de haber compartido las aulas y hemos seguido caminos distintos, unos son directores de grandes empresas líderes en su sector, otros se han convertido en exitosos funcionarios públicos, algunos académicos y algunos otros en empresarios.

En todos ellos he logrado descubrir sus genuinas intenciones de aportar su grano de arena para que nuestro país mejore y corrija viejas prácticas que nos impiden avanzar y convertirnos en potencia; nos ata todavía una cultura política que no fomenta la participación y la responsabilidad ciudadanas en toda su dimensión.

Sin embargo, en algunos de ellos veo una tendencia a ir despacio, a ir con cuidado, a no perder lo ganado, a ser prudentes en los cambios, a ir por el camino seguro. Es probable que al ser en su mayoría personas exitosas estén satisfechos con lo logrado y tengan pocos incentivos para cambiar, para seguir aprendiendo para seguir estudiando para seguirse preparando. Algunos ya han llegado al climax de su preparación, ya no tienen interés en ir por más sino en conservar lo ganado.

En más de una ocasión hemos comentado de la necesidad de seguir aprendiendo, que en este tiempo en lo que casi todo cambia la única forma de mantenernos en pie es mantenernos actualizados. No hay edad límite para aprender, habrá edades en la que ciertas cosas cuesten más pero se trata de un tema de actitud, no de capacidad.

Sin duda no se trata de cambiar por cambiar, ni todos los cambios son buenos, pero desafortunadamente es difícil saberlo sin probar, sin intentar. La madurez de la mano con la apertura de mente puede llevarnos lejos porque nos permite ser más agudos en los cuestionamientos, en no dejarnos llevar por la primera impresión porque nuestro colmillo ya deja huella a su paso, pero no podemos perder las ganas por intentar, aún cuando esto tenga su riesgo.

Tal vez nuestra principal función es ser agente de cambio, con la actitud de quién ha triunfado y de quien también seguramente ha fracasado y que no quiere evitar nuevos fracasos porque se mantiene con la juventud de estar dispuesto a todo, corriendo ciertos riesgos, siendo artífice de una nueva transformación.

Nuestro rol en la empresa, en la sociedad, en cualquier tipo de organización en la que estemos involucrados es hacer que las cosas pasen, que influyamos positivamente en los demás en que sean audaces, en que vayan a más, en que corran ciertos riesgos, con miedo, pero avanzando. Ser impulsores y no freno de los cambios que permitan avanzar. Al mismo tiempo ser un poco insolentes porque nos queda menos tiempo, sino somos inoportunos ahora, cada vez será más difícil serlo, y la gente madura se nos perdonan ciertas cosas. 

En mi labor cotidiana tengo que tratar con muchas personas jóvenes, que se acercan a pedir consejo para sus proyectos de nuevas empresas; no perderé más minutos, en cada ocasión que pueda los invitaré a ser un poco más arriesgados, insolentes, subversivos, porque este mundo lo necesita, nos queda mucho por hacer.

Esas tres características las han tenido todos aquellos que desafían el status quo, lo han hecho los inventores, los empresarios disruptivos, algunos políticos que han cambiado al mundo, los innovadores y todos aquellos que quieren poner su aportación para que este mundo avance. No podemos quedarnos de espectadores, debemos participar; cada uno tendrá de decisión de tomar acción o dejar que otros ocupen tu lugar. El mundo avanzará contigo o sin ti, es mejor que lo haga contigo y que aportes todos los aprendizajes de los fracasos y triunfos que llevamos a cuestas.

Los que ya estamos en la edad madura debemos cuestionarnos con más precisión si seguimos avanzando o si estamos acomodados, si estamos satisfechos y comenzamos a envejecer o si seguimos avanzando aportando y cambiando lo que sea necesario. La madurez es una buena edad para hacernos preguntas incómodas para ser un poco más audaces, para atrevernos a provoca cambios a través de otros, necesitamos ser artífices de que las cosas pasen. Nada más subversivo que alguien que dice lo que piensa y actúa en consecuencia, poniendo con su testimonio la semilla para la acción de otros.

Así que no importando tu edad y condición piensa si a todos nos vendría un poco de estos tres ingredientes para que hagas una buena reflexión sobre lo que nuestra actividad aporta a la sociedad. Un poco más arriesgados, insolentes y subversivos nos vendría bien a todos.

Jorge Peralta
@japeraltag


@idearialab

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